Las detenciones de Arnaldo Otegi, Rafa Díez y otros siete dirigentes de la izquierda abertzale han seguido centrando la actividad informativa durante la última semana. Y eso a pesar de que la mayoría de los medios de comunicación se empeñan en quitarle transcendencia e intentan vendernos que esas actuaciones forman parte de la “normalidad” que se ha instalado en este país –perdón, en esta parte de España- con la llegada del Gobierno de Patxi López. Y es que cualquier cosa es más importante que la actualidad política vasca para los actuales directivos de los principales medios. Desde que una señora se caiga en Murcia y se rompa la pierna hasta que un perro muerda a otro en Cádiz.
Pero lo cierto es que, a pesar de estos intentos por deformar la realidad, hay veces que esta es tan clamorosa que resulta imposible ocultarla. Es lo que ha pasado con la manifestación que se celebró el pasado sábado. Ningún medio pudo ocultar que se trató de la mayor manifestación que se ha producido en este país desde que, en 2002, saliéramos una parte importante de este Pueblo para denunciar el cierre de Egunkaria.
Y la respuesta de los ciudadanos debería hacer reflexionar a más de uno –también a la izquierda abertzale-. ¿Por qué se han movilizado tantas personas cuando hace tan sólo un año, cuando detuvieron a la Mesa Nacional, el hecho pasó sin pena ni gloria? Pues la explicación es relativamente sencilla. La mayoría de las personas que participaron en la manifestación entiende que los detenidos estaban haciendo una apuesta sincera a favor de las vías exclusivamente políticas y democráticas dentro del mundo de la izquierda abertzale. Un apuesta que conllevaría la desaparición de la estrategia armada de ETA.
La gente que participó en la manifestación considera que el final de la violencia debe ser dialogado y ordenado porque, de otra manera, se corre el riesgo de que se cierre en falso el capítulo violento. Y, además, perciben que el Estado juega con esta cuestión y pretende controlar los tiempos. No tiene inconveniente en posponer el fin de la lucha armada si, con ello, consigue evitar escenarios que no puede controlar. Por todos estos motivos, la manifestación del sábado fue tan multitudinaria.
Y la reacción de los principales partidos españoles y de los medios que controlan –la mayoría de los que existen en este país- dan una idea de los miedos que les acechan. “El PNV sale a la calle con la izquierda radical en defensa de Otegi”, titulaban algunos periódicos. Rubalcaba acusaba al PNV de “defender en la calle una estrategia político-militar diseñada por ETA”. Es decir, podemos concluir que el PNV es connivente con ETA. Y Ares apuntalaba esta idea cuando afirmaba que el PNV se había manifestado con los que el día anterior habían quemado un autobús en Durango.
Las preguntas de los periodistas también resultaban ilustrativas. ¿Se va a reeditar Lizarra? Hay quien ha llegado a titular que “la banda planteaba un ‘Lizarra 2’ con las siglas de EA y un PNV marginado”. Es decir, aquí el gran problema no es que ETA siga matando, el verdadero quebradero de cabeza para el Estado es que se pueda abrir un escenario que permita la unidad de acción nacionalista.
Y, a la vista de que las explicaciones dadas en el auto de Garzón no han convencido a demasiada gente –basta con comprobar la gente que acudió a la manifestación-, Rubalcaba sigue dando argumentos para que la ciudadanía vasca cambie de opinión. Así, después de la detención de Aitor Elizaran intentó relacionar a este con Arnaldo Otegi. Y, en rueda de prensa, dijo que existía “una relación” entre el arresto de Elizaran y las detenciones de la semana pasada aunque –eso sí- no aportó ningún detalle sobre dicha relación. Pero lo que si hizo fue remarcar que Elizaran era el encargado de transmitir a la izquierda abertzale las instrucciones de ETA. Es decir, por si no nos había quedado claro ETA es la que da las instrucciones.
Teniendo en cuenta el proceder de Rubalcaba, parece lógico pensar que en las próximas semanas empezaremos a recibir una entrega por fascículos de los documentos incautados al supuesto integrante de ETA.
Lo que resulta más sospechoso es que el ministerio de Interior español haya tenido guardado a buen recaudo el documento que, en estos momentos, se está debatiendo en las bases de la izquierda abertzale y del que hemos tenido noticia por Gara. Un documento en el que la izquierda abertzale habla de abrir un proceso democrático que llegue a desarrollarse “sin ninguna violencia ni injerencia externa”. Y decimos que resulta sospechoso porque no nos cabe ninguna duda de que el señor Rubalcaba tenía en su poder dicho documento –tiene todos los que pueda redactar la izquierda abertzale- y, en contra de lo que suele ser su práctica habitual, no lo ha filtrado a la prensa. Es más, el actual consejero de Interior, Rodolfo Ares, la semana pasada, les aseguraba a los periodistas del Parlamento que no tenía ninguna noticia de la existencia del mismo. Aunque no podemos ocultar que la trayectoria de Ares también nos hace dudar de la veracidad de estas declaraciones.
Y en este contexto, el Gobierno López ha decidido celebrar por todo lo alto el 30º aniversario de Estatuto. Y nunca mejor dicho lo de “por todo lo alto” porque han contratado hasta globo aerostático. No deja de ser paradójico que celebren el Estatuto aquellos que durante los últimos 30 años han impedido que se desarrolle. Y que lo hagan, precisamente, con los que votaron en contra del mismo, con el Partido Popular. Una vez más, intentan construir su propia realidad y hacernos creer que las cosas son como ellos pretenden que sean. Pero el hecho claro es que, en estos treinta años, el Partido Socialista y el Partido Popular han devaluado el Estatuto de Gernika y, en estos momentos, la mayoría de los vascos y las vascas reclamamos un nuevo marco en el que se reconozca la existencia del Pueblo Vasco y su derecho a decidir. Un nuevo marco como el que se recogía en el Estatuto Político de Euskadi, que se aprobó por mayoría absoluta en el Parlamento Vasco el 30 de diciembre de 2004. Esa es la realidad que intentan ocultar.
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