lunes, 23 de mayo de 2011

Estimado candidato, estimada candidata

Estimado candidato, estimada candidata
por juan ignacio pérez

Es posible que durante los próximos cuatro años me represente en el ayuntamiento o en las juntas generales. Quiero que sepa, en primer lugar, que le estoy muy agradecido por haber asumido una responsabilidad tan grande, y por dedicar su tiempo y sus esfuerzos a trabajar por mi bienestar y prosperidad, y por los de mis allegados. No solo le estoy agradecido, quiero también manifestarle mi más profundo respeto por ello.
Pero además de transmitirle agradecimiento y respeto, quiero pedirle algo. No le voy a pedir agradecimiento, pues ni tan siquiera sabe si le he votado o no, pero sí le quiero pedir respeto; en tanto que ciudadano, me considero acreedor al mismo. Le pido, por tanto, que me trate como se trata a las personas a las que se respeta, sin abusar de mi confianza ni insultar mi inteligencia. Tome, en el ejercicio de su responsabilidad, las decisiones que cree que debe tomar, pero explíqueme las razones por las que lo hace. Lo más probable es que las entienda, y es muy posible que las comparta.
Por lo mismo, también le pido que asuma sus responsabilidades. Sabe usted mejor que yo que el impulso que debe motivar a los servidores públicos es la voluntad de resolver los problemas. Por ello le ruego que no evada sus responsabilidades echando a los demás la culpa de lo que va mal. No importa de quién es la culpa de que ciertas cosas no funcionen o funcionen mal. De lo que se trata es de que los problemas se resuelvan.
Y a la vez que le pido que asuma sus responsabilidades, también le pido que no intente eximirme a mí de las mías propias. Debe considerarme como lo que soy, una persona mayor de edad, capaz de tomar mis propias decisiones y, en bastantes casos, de resolver mis problemas. Le ruego por ello que no pretenda suplantarme.
Por ello, cuando haya de votar unos presupuestos, recuerde que estará decidiendo acerca de cómo utilizar mi dinero. Es posible que usted crea saber qué es lo que me conviene. Pero se equivoca, porque yo sé mucho mejor que usted qué es lo que me interesa y qué no. Entiendo y acepto que para atender a las personas en riesgo de exclusión social, para proporcionar servicios esenciales como sanidad, seguridad o educación, y para disponer de determinadas infraestructuras básicas, las instituciones deben apropiarse de una parte de mis ingresos. Pero esa parte ha de ser la mínima posible.
Cualquier decisión que usted tome que suponga algún tipo de gasto, significará que se considera más capacitado que yo para decidir a qué dedicar parte del fruto de mi trabajo. Pero no hay ninguna razón objetiva para que usted piense de ese modo, no al menos ninguna razón mejor fundamentada que las que yo mismo pueda tener. Y por supuesto, si no me hace demasiada gracia que se apropie de una parte de mis ingresos, menos gracia me hace aún que haga lo propio con los futuros ingresos de mis hijos. Así pues, le ruego que evite que la institución a la que pertenezca se endeude; mis hijos no le han autorizado a hacerlo, y dudo que lo lleguen a hacer.
Insisto, le estoy reconocido por su generosa dedicación al servicio público, y le respeto por ello. Se lo digo con toda sinceridad. Sólo le pido que corresponda a mi respeto con su respeto. Se despide, atentamente, un tal Pérez.

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