miércoles, 18 de enero de 2012

EL NACIONALISMO EFICAZ

PATXI BAZTARRIKA

EL NACIONALISMO EFICAZ
Un nacionalismo eficaz ha de ser capaz de concitar consensos básicos y de abrirse a todo el cuerpo social más allá de los nacionalistas

El PNV ha celebrado su Asamblea Nacional en un momento de importantes cambios en nuestra sociedad, y cuenta con una nueva dirección nacional y una estrategia renovada, y un presidente, Urkullu, que proyecta un mensaje moderno e integrador y ostenta un liderazgo claramente fortalecido que trasciende al propio partido. El partido de Urkullu ha puesto el acento en el refuerzo del 'modelo PNV' como proyecto propio de construcción nacional y social.
En la dinámica de pactos entre los partidos, hemos pasado del bloqueo a una casi absoluta promiscuidad, y su evolución futura constituye una incógnita. En Gipuzkoa, Bildu ha cerrado pactos de envergadura con PNV, PSE-EE y PP: con el PP, sobre los peajes; con el PSE, sobre la reforma fiscal; y sobre los presupuestos, con el PNV. Todos ellos han contribuido a fortalecer al gobierno en minoría de la izquierda abertzale. Más allá de Gipuzkoa, se han producido pactos fiscales y presupuestarios entre PNV y PP, y entre PP y PSE, pero no entre PSE y PNV, corolario del abismo entre ambos partidos, abismo nocivo cuando la política vasca también precisa de entendimientos básicos entre las dos grandes sensibilidades del país.
Todo indica que, en las próximas elecciones autonómicas, PNV, la izquierda abertzale, PSE-EE y PP se consolidarán como las patas de la mesa política vasca. Digo izquierda abertzale a secas porque, se legalice o no Sortu, la izquierda abertzale tradicional terminará, previsiblemente, por engullir políticamente a sus actuales socios (eso cabe esperar, vista la sumisión pública de Alternatiba, Aralar y EA ante la prohibición impuesta a los presos de Langraitz de participar en el Acuerdo de Gernika). Y teniendo en cuenta el descalabro del acuerdo PSE-PP en términos de adhesión social y de liderazgo, parece claro que la principal incógnita a dilucidar será la batalla entre PNV y la izquierda abertzale por la hegemonía en el campo nacionalista vasco y el subsiguiente liderazgo político.
En esa contienda, el PNV, fortalecido tras su Asamblea Nacional, deberá prestar especial atención a las debilidades mostradas en las últimas elecciones en Araba y Gipuzkoa. Y para ello nada mejor, en mi opinión, que ensanchar su campo ('zabaldu') y abrirse más allá de los nacionalistas, y profundizar en el 'modelo PNV', mensaje integrador que combina la acción en favor de la capacidad de decisión de la sociedad vasca con una gestión eficiente del autogobierno para el bienestar de la ciudadanía vasca, marcando perfil propio y diferenciado y, respecto a la izquierda abertzale, sin dar pábulo al ardid de la acumulación de fuerzas nacionalistas con el que, en realidad, la izquierda abertzale pretende debilitar al PNV, y al margen de cualquier competición estéril sobre quién es más o menos abertzale.
La pugna se plantea entre un nacionalismo tan estentóreo y bronco como improductivo, y un nacionalismo eficaz en la construcción nacional del día a día, un nacionalismo integrador y avanzado en lo social, capaz de impulsar estrategias gradualistas y útiles ante el cambio de paradigma social y económico que se está gestando en el mundo, la dureza de la crisis y la crueldad del paro, la construcción de una paz justa y una convivencia sólida sobre la base ética de que no todo vale y el compromiso incondicional con los derechos humanos, la participación directa en la refundación de Europa y en una nueva articulación territorial del Estado, ahora que España se adentra en el mayor proceso de recentralización conocido desde la malograda LOAPA. Un nacionalismo eficaz por su capacidad de pacto dentro de Euskadi y en España.
No es cierto que todas las opciones nacionalistas vascas compartan una misma visión sobre la cuestión nacional, ni que lo único que las diferencia sea su posición ante la violencia o la economía. Hay mucho más. Hace ya 22 años, con motivo del debate parlamentario sobre el derecho de autodeterminación, HB, por boca de Iruin, acusaba al nacionalismo democrático (PNV, EA y EE) de banalizar y desnaturalizar la autodeterminación, negando legitimidad al Parlamento y reivindicando un único sujeto asociado a una única territorialidad por encima de la pluralidad de voluntades de la ciudadanía vasca, mientras que el nacionalismo democrático propugnaba una visión dinámica de la autodeterminación y la construcción nacional «como un ejercicio continuado y progresivo de voluntad, en el que una sociedad viva y democrática va construyendo paso a paso su ser y estar como nación», reclamando respeto y acatamiento de todas y cada una de las decisiones que ese pueblo vaya adoptando, incluido el Estatuto.
Somos un país sin mayorías absolutas, pero nos cuesta asumir nuestra consustancial pluralidad. Y, sin embargo, hacerlo nos evitaría frustraciones, porque supondría que aceptamos con naturalidad la única foto real de nuestra nación vasca, una foto multicolor donde conviven sensibilidades políticas legítimamente diferentes, y que abandonamos las quimeras tanto de quienes se empecinan en imponer un proyecto uninacional español, como las de quienes conciben la nación vasca y su construcción como una tarea solo de los nacionalistas, y no del conjunto de la ciudadanía vasca.
La solidez de la nación vasca será directamente proporcional al grado de identificación con el proyecto de nación de una ciudadanía rabiosamente plural en sus sentimientos de pertenencia y grados de identificación. De ahí que un nacionalismo eficaz haya de ser capaz de concitar consensos básicos y de abrirse a todo el cuerpo social más allá de los nacionalistas, porque la nación vasca del siglo XXI solo puede ser un lugar confortable para la inmensa mayoría de los vascos. Un nacionalismo eficaz, moderno y democrático requiere firmeza en la profundización del autogobierno y precisa consensos básicos integradores que preserven su única fuente de legitimidad y fortaleza: la voluntad nacional de la ciudadanía.

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