ENTRE LA LIBERTAD Y EL CAMBIO
Un Lehendakari llamado José Antonio Agirre (2)
JOSÉ Antonio Agirre es un político entero, que confrontará la Constitución española con la soberanía de Euskadi y razonará a favor de ésta, como hemos observado en la primera parte de este artículo. Argumentará una y otra vez cuál es la raíz del conflicto vasco y será taxativo en cuanto a su resolución definitiva ante quienes niegan u ocultan el problema: tras la abolición del orden jurídico donde descansaba la soberanía vasca, el conflicto cesaría únicamente con el cumplimiento de los derechos del pueblo.
Agirre expondrá de modo actual los principios y fundamentos de la causa nacional vasca, entre los cuales destacan el fomento del euskera, el rechazo al uso de la violencia y la necesidad de unión de los vascos. El primer lehendakari considera fundamental el "desarrollo práctico y decidido de nuestras características nacionales, y entre ellas, en primer lugar, la de nuestra lengua, el euskera. Que nadie digno de este nombre (vasco) y que desconozca nuestro idioma deje de aprenderlo". La paz es también un pilar básico de su actitud y acción política, que defiende en el mensaje de Navidad de 1939, tras el desgarro de la guerra: "A pesar de lo sufrido, a pesar de las injusticias con nosotros cometidas… jamás podremos construir nuestro pueblo sobre la base de la violencia y el odio". En este mismo mensaje navideño el lehendakari invoca la unión de todos los vascos, llamada que volverá a realizar 30 años después, en lo que constituye la despedida a su pueblo en el último mensaje de Nochebuena: "Los pueblos se conocen en la adversidad y sólo existe una respuesta a nuestro infortunio momentáneo: la unión férrea de todos los vascos. ¿Existe una fórmula mejor para proseguir nuestra lucha?"
Jose Antonio Agirre nunca dejó de mirar a su pueblo, y lo hizo con una visión abierta y atenta al mundo. Dueño de una gran cultura, aquel líder nacionalista vasco participó en la génesis de Europa tras la segunda guerra mundial. Corría el año 1949 cuando planteó el Problema de las Nacionalidades con motivo de la asamblea de la Federación Europea. Advirtió de los conflictos nacionales con riesgo de derivar en violencia en lugares como el Báltico, los Balcanes y la Península Ibérica para los que reclamó a Europa una solución. Se había promulgado la Carta de los Derechos Humanos, donde se recogía el derecho de los pueblos a darse libremente la forma de gobierno que desearan. Pero a la aguda mirada del lehendakari no le pasó desapercibida la laguna jurídica en relación a los pueblos sin estado. Formuló siete principios donde se proclamaba una norma jurídica general del derecho a la libertad política de todos los pueblos que tuvieran la voluntad y capacidad política suficiente, fuera cual fuera la fórmula decidida, incluso la de llegar a constituirse en Estado; asimismo, la Organización de la Federación Europea garantizaría la paz de todas las partes mientras tomara cuerpo el nuevo estatus jurídico-político. Sólo sobre la realización de estas bases se podría edificar una paz sólida en Europa, sostenía Agirre.
En la construcción de una Europa unida, junto a los derechos de los pueblos se jugaba el poder decidir las políticas económicas y de progreso social. El lehendakari era muy consciente de ello. En 1959, en el contexto del incipiente Mercado Común Europeo, Agirre acusaba duramente al régimen franquista por la "bancarrota" y el "aislamiento" de España, con una Euskadi sin libertad para responder por sí misma. Denunciaba con severidad a la dictadura porque reaccionaba con "tardías y apresuradas rectificaciones impuestas por una desesperante situación económica y dictadas desde el extranjero" a instancias del Fondo Monetario y de la Organización Económica Europea, que "obligaron a España a aceptar todas las condiciones para restaurar la estabilidad financiera en el país".
En definitiva, Agirre veía a Euskadi y al nacionalismo vasco "entre la libertad y la revolución". En el horizonte de aquel lehendakari y del PNV se vislumbra siempre la libertad del Pueblo Vasco, torpedeada desde la derecha y la izquierda: "Hemos luchado entre la libertad que queremos alcanzar como nuestra y la revolución que, entorpeciendo su logro, era ajena a nosotros", escribió. Casi un siglo después, hoy luchamos entre la libertad y el "cambio democrático". Una libertad que es la meta del derecho a decidir, la vía obstruida esta vez por el "cambio democrático" de PSE-PSOE y PP, ajeno al pueblo vasco, y obstaculizada también por la violencia revolucionaria de ETA.
Pues bien, es hora ya de que ETA escuche al pueblo, deje de sembrar sufrimiento y silencie las armas para siempre. Es tiempo de construir nuestro pueblo sobre el respeto de todos los derechos humanos y de hacer frente a quienes digan no a esos derechos fundamentales, los individuales y los colectivos. Nos ha llegado la hora de unir nuestras fuerzas a favor de Euskadi y dar la palabra decisoria al pueblo.
Mientras hoy se buscan líderes políticos en una cultura dominada por los medios de comunicación, la imagen y el mercado, hacemos memoria del lehendakari José Antonio Agirre y de aquellos cuyo compromiso, entrega y obra merecen ser reactivados como seña de identidad de lo vasco moderna y de futuro, de un liderazgo político con personalidad propia y a la vez universal. En los despiadados y crueles años de la guerra y la dictadura, humanizaron la política ejerciendo el respeto a la democracia y a la dignidad humana, dando aliento a un pueblo crucificado, defendiendo la verdad silenciada y oprimida. Fue su motor una reivindicación justa que hoy, en el siglo XXI, hacemos nuestra cada vez que alzamos la voz para decir: "Gora Euskadi askatuta!".
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