Juan José Ibarretxe Markuartu, DEIA 26.11.11
UN solo día después de celebradas las elecciones generales del pasado domingo, el Banco de España anunciaba una nueva intervención. Esta vez le tocaba al Banco de Valencia ante la negativa de Bankia, su principal accionista, de cubrir el déficit de capital de aquella entidad. Se conocía también que en España existen 1,5 millones de viviendas que se consideran invendibles y que las entidades financieras están expuestas a un riesgo por créditos que pueden acabar sin recuperar por valor de 30.000 millones de euros. Ese mismo lunes, los mercados recibieron a Rajoy con más tensiones en la prima de riesgo para colocar deuda soberana llegando a los 510 puntos básicos, lo que en otros países provocó la intervención de las autoridades monetarias europeas e internacionales. A la Bolsa no le fue mejor.
La Fundación de Cajas de Ahorro hacía público un informe en el que vaticina que la economía entrará en recesión en los primeros meses del 2012, detrayéndose un 0,5%. Las previsiones de paro para el próximo año pueden llegar al 23% y el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea discrepan sobre el crecimiento de la economía española, 1,3% y 0,7% respectivamente, estando en una fase en la que todos los indicadores se revisan continuamente.
El martes, la agencia Standard&Poors anunció que mantenía su calificación de la deuda soberana y las perspectivas negativas para España pese a la contundente victoria del Partido Popular (PP) en las elecciones del domingo. En realidad, no había otro dato objetivo más que éste, pues se desconoce el programa que el futuro Gobierno Rajoy va a aplicar para fomentar la actividad económica y el empleo y solucionar los gravísimos desequilibrios de las finanzas públicas. En Euskadi, las cosas andaban un poco mejor, pero la situación sigue siendo preocupante. La empresa Panda vio aprobado un ERE con 120 trabajadores afectados que perderán el empleo. Y Volkswagen Navarra anunciaba que 700 eventuales se quedan sin trabajo por caída de pedidos, algo que parece que se había pactado no hacer público antes de la jornada electoral.
Sirvan estos pocos datos (todos ellos conocidos entre el lunes y el martes) para tener una idea de que las elecciones han demostrado que los cambios en el mapa político no deben de hacer olvidar que los problemas no han desaparecido porque España sea completamente azul y haya dos naciones, Euskadi y Cataluña que, por eso mismo, no lo son.
Sobre España cabe considerar que el próximo presidente, Mariano Rajoy, dijo que su partido deseaba dejar de ser un problema para convertirse en parte de la solución y que esperaba contar con todos para ello. La intensidad y profundidad de los problemas que España tiene son de tal magnitud que hubiera sido deseable que hubiera dejado de ser un problema mucho antes. Habrá que esperar para comprobar las intenciones de quienes hasta ahora no se han entendido con prácticamente nadie y ahora lo quieren hacer con todos. En esto también Euskadi es una isla, porque el PP no ha hecho acuerdo alguno relevante con el PSOE (salvo la reforma exprés constitucional) excepto en nuestro país, donde sostiene un Gobierno vasco formado de espaldas a la mayoría social y política del país, presidido por el partido socialista, a pesar de claro triunfo que tuvo el PNV en las pasadas elecciones autonómicas.
No resulta aventurado decir que desde la transición política española nunca un partido había tenido un poder institucional (Gobierno-comunidades autónomas-ayuntamientos) como el que tiene actualmente el PP. Cómo administrará semejante poder político es una incógnita. Desde el punto de vista de Euskadi, las mayorías absolutas de los diferentes gobiernos en Madrid nunca han sido positivas. Hayan sido del PP o del PSOE. Sólo ha sido posible sentarse a hablar y llegar a acuerdos cuando han necesitado de votos fruto de su debilidad parlamentaria. Es triste tener que reconocerlo, pero así ha sido hasta ahora. El PP tiene el reto de demostrar que esta actitud ha cambiado.
Además de tener que poner a cada minuto de cada día dosis relevantes de imaginación para atajar los problemas económicos que el socialismo ha dejado al PP, el próximo presidente Rajoy tendrá también que ser imaginativo y, por qué no decirlo, audaz para cimentar sólidamente el incipiente proceso de paz abierto en Euskadi. No puede haber vuelta atrás. Es una hipótesis que nadie puede plantearse a su lado. Creo que Rajoy, al que tuve ocasión de conocer, lo sabe y deberá administrar con soltura a la ultraderecha que también ha contribuido a que sea presidente. Y no es un buen comienzo que se niegue a estar con Amaiur porque sus objetivos no encajan en la Constitución. ¿Qué objetivos no encajan…? ¿No estamos acaso en un Estado de Derecho en el que cualquier idea se puede defender de forma pacífica y democrática y son los ciudadanos los que con su voto dan la confianza a unas opciones u a otras y que la voluntad democrática de las personas y de las naciones libre y democráticamente expresada debe respetarse? Con estos pretextos, cualquier reforma legal, por ejemplo el matrimonio entre homosexuales, hubiera sido imposible y, por ahora, nadie ha dicho que sea inconstitucional.
La intensidad de la campaña electoral llevó a Rajoy a proclamar en Iruñea que si hay reforma de la Constitución se eliminará la posibilidad de que Navarra decida incorporarse a Euskadi. Las relaciones entre UPN y el PP en este herrialde son como el Guadiana, aparecen y desaparecen. La voluntad democrática de los navarros debería estar por delante de opciones políticas partidistas, que son legítimas, pero que no pueden ni deben suplantar la voluntad de los navarros.
El PP tiene también en la Comunidad Autónoma Vasca el reto de decidir qué hace con el Gobierno vasco que sustenta con sus votos. La mayoría absoluta de vascos y vascas -PNV, nuevamente ganador y líder de este país en votos, a pesar de las aviesas intenciones del grupo de El Correo Español por leer torcidos los resultados electorales; y Amaiur, segunda fuerza- han dicho nuevamente que no representa a esta sociedad y que se sustenta en un Parlamento en el que no está la cuarta parte de las personas que expresan su voluntad política en las urnas. Y que, por tanto, es necesario un adelanto electoral. Estos datos son más que significativos para considerar la pervivencia del Ejecutivo autónomo vasco como un asunto menor tras las elecciones del domingo. El solo hecho de que sea la voluntad del PP la que decida, al margen de las intenciones que tenga el Partido Socialista que forma el Gabinete presidido por Patxi López, da para algo más que pensar una tarde de fin de semana. Hoy sólo representan al 39% de los vascos. De hecho, son las diputaciones forales las que de forma legítima, hoy por hoy, lideran políticamente el país.
Los populares, que en Euskadi se han estancado y en España ganan por el derrumbe del PSOE más que por méritos propios, deben ser conscientes también de que las aspiraciones de Euskadi y Cataluña no pueden dejarse siempre para otro día. Es un hecho que el Estado salido del franquismo no ha sabido, no ha querido o no ha acertado a la hora de ofrecer un encaje y una convivencia cómoda a ambas naciones. En nuestro país, hasta ahora, la excusa era la existencia de la violencia y el terrorismo. Superada esta etapa infame, Euskadi va a plantear nuevamente de forma democrática y legítima sus aspiraciones políticas… Y debe ser oída y respetada su decisión.
Además, cada vez menos gente en nuestro pueblo duda -vote a quien vote-, que defender la identidad vasca, nuestra cultura, nuestra capacidad de decidir, no esté directamente vinculado con defender, no sólo la nación vasca, sino también nuestra economía y nuestro bienestar.
El claro triunfo del nacionalismo catalán y el igualmente contundente éxito de los partidos nacionalistas vascos son un ejemplo más de que las cosas son cada vez menos inaplazables. En Euskadi es evidente que el nacionalismo vasco se estructura a pasos agigantados en dos opciones al igual que lo hace el nacionalismo español. Los dos primeros, PNV y Amaiur, representan a más de la mitad del electorado (51%), por primera vez en unas elecciones estatales; y los segundos, PP y PSOE, apenas alcanzan el 39% de los votantes. Habrá quienes traten de minimizar estos datos porque son conscientes de que la desaparición de ETA está abriendo un nuevo escenario político en Euskadi y las viejas recetas y los viejos eslóganes ya no sirven para contener la voluntad de una mayoría de vascos y vascas que reclama su derecho a decidir democráticamente cómo quiere que sea su futuro.
Habrá que hablar mucho y en muchas mesas a la vez. Espero que la descalificación de las ideas de quienes no piensan igual que uno mismo haya pasado a formar parte del pasado. Ya no es de recibo ni es sostenible que las ideas del PNV o las que pueda expresar democráticamente Amaiur signifiquen un enfrentamiento y que la concepción que de Euskadi tienen el PP o el PSOE implique lo contrario. La convivencia debe de asentarse en el diálogo y el acuerdo. Un diálogo abierto y sincero en el que cada agente político exponga sus planteamientos. Los acuerdos son inevitables porque nadie va a poder imponer a nadie su proyecto. Casi todos los días nos iremos a la cama porque se ha hecho de noche y no porque hayamos solucionado los problemas que tenemos pendientes. Y muchos de los días deberemos estar hablando hasta el amanecer. Pero tenemos ante nosotros amaneceres inéditos y escenarios insospechados. Tenemos grandes oportunidades por delante y fortalezas para superar la actual crisis y normalizar -por fin-- la vida política en nuestro país.
Recuerdo unos hermosos versos del poeta catalán y amigo, ya fallecido, Miquel Martí i Pol cuando, reflexionando sobre el Ahora Mismo, expresaba: "… que tot està per fer i tot és posible". Ahora también está todo por hacer… y todo es posible.
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